El Quijote hecho por Nicolás Fernández
En un lugar de Buenos Aires, vivía Nicolás Fernández. Era un tipo común, salsero, tranquilo, sencillo, con su música de "karibe con k”.
En su mente, pensaba que estaba en su Cuba querida, pero cuando dejaba esa fantasía se daba cuenta de que estaba en Argentina, en La Boca, el barrio del tango.
Su acompañante Franco-Paco era fanático del tango, el Gardel del siglo, el tanguero más cheto del mundo. En realidad, se llamaba Franco Giudice hasta que el tango apareció en su vida, lo volvió loco y se puso, como un guapo del barrio, Franco-Paco. Lo mismo le paso a Nicolás Fernández.
Él había nacido en Puerto Rico, pero sus padres eran cubanos y se lo habían llevado de adolescente a conocer sus raíces, y desde que llegó ya sonaba la música salsera caribeña. Pasaron dos años y la música, la costumbre, lo convirtió en Palme-Nico.
Un día, salió a un boliche y conoció a Franco Giudice que estaba tirado pidiendo monedas para volver a su país. Nicolás le dio $100 y, como era lo que le faltaba, le agradeció y le ofreció contarle su historia.
Y esa noche se fueron a tomar unas cervezas y Franco le contó que había ido de turista a Cuba y lo habían desvalijado, pero que él vivía en una casa grande en Argentina, Bs As, La Boca. Acto seguido, le ofreció ir de viaje con él a conocer su país y sus costumbres.
Esa noche volaron con faso y con un avión hacia Argentina, donde vivieron largo tiempo: unos 12 largos años. Nicolás se sentía solo y triste porque sólo en un boliche que abría los sábados pasaban su música, y él seguía obsesionado y loco por su pasión, lo caribeño.
Una noche tranquila, llena de estrellas, sin nubes, fue a ese boliche llamado, " EL K-RIBE MI VIDA". Y ahí fue donde conoció a su enamorada Valeria Villalba. La conoció bailando y la reconoció por su acento y esa forma de bailar única e increíble, la manera de mover sus caderas. Hablaron un rato y Nicolás la convenció de ir a un hotel, solo con intenciones directas: sexo descontrolado. Se fueron y como les gustó a ambos el sexo y su forma de ser, se enamoraron y se quedaron juntos.
Nicolás Fernández, mejor conocido como Palme-Nico, se cansó de no ser reconocido, de ser tan apasionado por su arte, su cultura y no ser coronado.
Entonces, una tarde como cualquier tarde, se fue hacia la Casa Rosada. Amotinado, descontrolado, sin control, habló con los guardias, les explicó la situación, pero como estaba tan alborotado no lo dejaron pasar. Se armó tal escándalo que Perón se acercó hacia la puerta a ver qué pasaba. Palme-Nico le explicó a Perón lo que le pasaba y éste lo dejó pasar. Entre palabras y mucha charla y buenos cafés cubanos, se entendió su pedido. Fue ese mismo día, a la noche, que Perón lo coronó con estas palabras: “Palme-Nico, aguante River. Yo te corono salsero de Argentina”. Dándole una bandera de Argentina, Palme-Nico salió con el pecho inflado de tanto orgullo que hasta los ojos lagrimeaban y saltaba de la alegría.
Agarró su bicicleta y emprendió en su trayecto de vuelta a la casa, por la Av. Alem. Allí se encontró a Franco-Paco y le contó sobre su alegría. Mientras volvían Palme-Nico vio las 4 torres más altas de Buenos Aires y, gritando asustado, dijo:
-Franco-Paco,¡ mará esos enormes monstros!.
-Tranquilo Palme, solo son unas enormes torres inofensivas- le contestó Franco.
Pero Palme no se calmaba y gritaba sin cesar
-¡¡Monstruos, monstruos!! ¿¿Nadie va hacer nada??? Entonces yo sí.
Y salió como loco a querer matar a sus supuestos monstruos, corrió con larga carrera con un fierro en la mano y, de tanta velocidad, chocó y rebotó como pelota contra la pared. Fue tan malo el estado en que estaba Palme-Nico que Franco-Paco lo levantó y lo ayudó a llegar a la casa. Sin embargo, cuando llegaron, Palme-Nico se acordó que se había olvidado la bicicleta.
Pero del sueño que tenia no le dio bolilla y se fue a dormir.
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